domingo, 29 de abril de 2012

Elogio de la locura - Erasmo de Roterdam



Que barbaro, un tipo que vivió hace quinientos años que me haya hecho reír a carcajadas. Un maestro...

 
CAPITULO XXV
CONTINÚA LA MISMA MATERIA
 
Pudiera, sin embargo, tolerarse a los sabios el desempeño de los cargos públicos, aunque nos hiciesen el efecto de asnos tocando la lira, con tal que en los restantes negocios mostraran singular maestría; pero llevad un sabio a un banquete, y es seguro que aguará la fiesta con su melancólico silencio o con sus impertinentes cuestioncillas; hacedle bailar, y creeréis ver saltar a un camello; conducidle a un espectáculo, y sólo mirarle a la cara bastará para que nadie se divierta y, como al sabio Catón, se le rogará que abandone el teatro, ya que no puede desarrugar el entrecejo; si cae en medio de una conversación, caerá de improviso como el lobo de la fábula; si se trata de compras, de convenios, en una palabra, de alguna de esas cosas de las que no puede prescindirse en la vida diaria, diríais que nuestro sabio más parece un tronco que un hombre.
Por tanto, como es del todo inhábil para las cosas ordinarias y discrepa enteramente de las opiniones y de las costumbres del vulgo, resulta absolutamente inútil para sí, para los suyos y para la patria; por lo cual se comprende también que tal diferencia de conducta y de sentimientos
debe hacerle aborrecible para todo el mundo…”


CAPITULO XL
LA SUPERSTICIÓN COMO FORMA DE NECEDAD

Pero he aquí otros hombres que, sin duda alguna, son de nuestra grey. Quiero hablar de los que se complacen en contar o en oír milagros y mentiras monstruosas y nunca se cansan de escuchar las fábulas más extrañas acerca de espectros, de duendes, de fantasmas, de infiernos y de otras mil maravillas por el estilo, las cuales, cuanto más se apartan de la verdad, más crédito les dan las gentes, y con mayor delicia las escuchan. Adviértase que esto no sirve tan sólo para matar el tiempo a maravilla, sino también para ganar dinero principalmente a los clérigos y predicadores.
Afines a éstos son los que tienen la necia, aunque dulce persuasión, de que si ven alguna imagen o cuadro de San Cristóbal, el Polifemo cristiano, ya no se morirá aquel día; los que por rezar cierta oración ante la efigie de Santa Bárbara, se imaginan que volverán sanos y salvos de la guerra; y también los que por visitar la imagen de San Erasmo en ciertos días, llevándole tantas velas y diciéndole tales o cuales preces, esperan que muy pronto van a ser ricos.
De la misma manera que tienen un segundo Hipólito, también han convertido a Hércules en San Jorge, y si bien no adoran del mismo modo que al santo a su caballo, que adornan muy de votamente con jaeces y gualdrapas, procuran de cuando en cuando ganarse sus gracias por medio de algunas ofrendillas, y tienen por cosa digna de reyes el jurar por su casco de bronce.
¿Y qué diré de aquellos que embaucan al pueblo muy suavemente con sus fingidas indulgencias y que miden como con una clepsidra (reloj de agua) la duración del Purgatorio, contando los siglos, los años, los meses, los días y las horas sin equivocarse en modo alguno, como si se sirviesen de una tabla matemática? ¿Y qué de aquellos que, usando de ciertos signos mágicos y
ensalmos inventados por algún piadoso impostor, ya para la salud de las almas, ya para provecho de su bolsa, prométenselo todo: riquezas, honores, placeres, buena mesa, salud a prueba de bomba, larga vida, vejez floreciente y, en fin, un puesto en el Cielo al lado de Cristo?
Verdad es que esta última ventaja no la quieren sino lo más tarde posible, es decir, cuando con gran pesar suyo los abandonan los placeres de este mundo, a los que se agarran con dientes y con uñas; entonces, y sólo entonces, quieren sustituir las delicias de la tierra con las del cielo.

Hay que mencionar también aquí al comerciante, al soldado y al juez, que, apartando de sus rapiñas un mísero ochavo para obras pías, créense ya tan limpios de culpas cual si se hubiesen bañado en la laguna Lerna y redimidos como por un pacto de sus perjurios, orgías, borracheras, camorras, asesinatos, calumnias, perfidias y traiciones, hasta el extremo de tener el convencimiento de que han adquirido patente para comenzar de nuevo sus fechorías.
Pero ningunos más necios y con todo más felices que esos otros que esperan ganar algo superior a la felicidad suprema recitando a diario aquellos siete versículos se los sagrados Salmos, pues ya sabéis que el rezo de esos mágicos versículos, créese que le fue indicado a San Bernardo por cierto demonio burlón, aunque más ligero que malicioso, pues se enredó en sus propias redes.
Pues bien: todo esto que es tan necio, que casi a mí misma me avergüenza, no solamente es aprobado por el vulgo, sino también por los que enseñan la religión. Pero ¿qué más?, al mismo género de necedad pertenece la costumbre de que cada comarca tenga su patrono, y de que a cada uno de estos santos se le atribuya una virtud particular y se le venere con un culto especial: uno cura el dolor de muelas, otro ayuda a las mujeres en sus partos, éste restituye los objetos robados, aquél socorre a los náufragos, el de más allá protege a los rebaños, y así sucesivamente, pues resultaría interminable mencionarlos a todos; sólo diré que hay algunos que poseen virtud para varias cosas, principalmente la Virgen, Madre de Dios, a quien el vulgo atribuye casi más poder que a su propio Hijo.


CAPITULO XLII
IMPORTANCIA QUE TIENE EL AMOR PROPIO EN LOS
INDIVIDUOS

Aunque tengo alguna prisa, no puedo, sin embargo, pasar en silencio a aquellos
que, si bien es cierto que no difieren gran cosa de un pobre remendón, jáctanse, no obstante, de una manera increíble de poseer un vano título nobiliario. El uno dice que desciende de Eneas; el otro, de Bruto, y el de más allá, del rey Artús; en todos los rincones de sus casas muestran las estatuas y retratos de sus antepasados, cuentan sus bisabuelos y sus tatarabuelos y recuerdan sus antiguos apellidos; pero, en realidad, no están ellos mismos muy lejos de ser como las mudas estatuas de que se glorían; antes, al contrario, son más estúpidos que los retratos que enseñan. A pesar de ello, gracias al dulcísimo Amor Propio, gozan de una vida completamente feliz, pues nunca faltan algunos tan necios como ellos, que admiran a esta especie de brutos como si fueran dioses.
Pero ¿por qué he de hablar de géneros de necedad, como si Filaucia (el Amor Propio) no dispusiera por doquier de mil medios para hacer dichosos a muchísimos hombres? Este, más feo que un mico, se tiene por más hermoso que Nireo; el otro, en cuanto sabe trazar tres líneas con el compás, se juzga un Euclídes; y aquel otro, que es como un asno delante de una lira, y cuya voz es tan chillona como la del gallo cuando anda detrás de la gallina, se cree un nuevo Hermógenes. Hay, sí, una clase de locura extraordinariamente agradable, superior a las demás, y de cuya posesión algunos se envanecen como si fuese suya. Tal fué la de aquel rico, dos veces feliz, de que nos habla Séneca, que cuando tenía que contar un cuentecillo, ponía junto a sí a sus siervos para que le apuntasen las palabras y a los cuales no hubiera dudado en enviar a la palestra a hacer sus veces en un certamen de pugilato, pues era hombre tan para poco, que
sólo podía vivir confiado en que tenía en su casa muchos y muy robustos esclavos.
Y ¿qué diremos de los cultivadores de las bellas artes? Les es tan peculiar la Filaucia, que antes los veríamos renunciar a su patrimonio que ser tenidos por genios; pero principalmente entre los comediantes, músicos, oradores y poetas,
el más ignorante es el que posee mayor presunción, mayor jactancia y más elevado concepto de sí mismo; y con todo, encuentran imbéciles de su calaña que los admiren, porque cuanto más tontos son, más admiradores hallan, ya que por ser, como dijimos, la mayoría de los hombres vasallos de la Necedad, lo peor gusta siempre a los más. Por consiguiente, si los imbéciles son los más satisfechos de sí mismos y los más admirados por todos, ¿quien será el necio que prefiera la verdadera sabiduría, que tanto trabajo nos cuesta adquirir, nos vuelve tímidos y vergonzosos, y, por último, encuentra tan pocos apreciadores?...”

Ya no - Idea Vilariño



Ya no será
ya no
no viviremos juntos
no criaré a tu hijo
no coseré tu ropa
no te tendré de noche
no te besaré al irme
nunca sabrás quién fui
por qué me amaron otros.

No llegaré a saber
por qué ni cómo nunca
ni si era de verdad
lo que dijiste que era
ni quién fuiste
ni qué fui para ti
ni cómo hubiera sido
vivir juntos
querernos
esperarnos
estar.

Ya no soy más que yo
para siempre y tú
ya no serás para mí
más que tú. Ya no estás
en un día futuro
no sabré dónde vives
con quién
ni si te acuerdas.
No me abrazarás nunca
como esa noche
nunca.

No volveré a tocarte.

No te veré morir.


                                      Idea Vilariño

viernes, 20 de abril de 2012

Los niños - Khalil Gibran


Y una mujer que sostenía un niño contra su seno pidió:

Háblanos de los niños.

Y él dijo:

Vuestros hijos no son hijos vuestros.

Son los hijos y las hijas de la Vida, deseosa de sí misma.
Vienen a través vuestro, pero no vienen de vosotros.
Y, aunque están con vosotros, no os pertenecen.

Podéis darles vuestro amor, pero no vuestros pensamientos.
Porque ellos tienen sus propios pensamientos.

Podéis albergar sus cuerpos, pero no sus almas.
Porque sus almas habitan en la casa del mañana que vosotros no podéis visitar, ni siquiera en sueños.

Podéis esforzaros en ser como ellos, pero no busquéis el hacerlos como vosotros.
Porque la vida no retrocede ni se entretiene con el ayer.

Vosotros sois el arco desde el que vuestros hijos,
como flechas vivientes, son impulsados hacia delante.

El Arquero ve el blanco en la senda del infinito y os doblega con Su poder para que Su flecha vaya veloz y lejana.

Dejad, alegremente, que la mano del Arquero os doblegue.

Porque, así como Él ama la flecha que vuela, así ama también el arco, que es estable.

Estoy en esta mesa rota...

Estoy en esta mesa rota, destartalada y vieja.
Pensándolo mejor, hecha pelota.

Que cuando afirmo los codos se me queja.
La remendé con una tabla crota.

Pero agarro la viola, y me da oreja.

Miro el cielo en rebanadas,
tras la reja de una ventana chota.

Y acomodo la vida en una nota,
que no siempre me sale muy pareja…

De muy temprano me anda dando vueltas
el angelito de decir las cosas.

Capaz que por ser tantas
no me sale ni una frase rasposa…

El mate que me dio, le dio en la rabia
de verme atragantado y medio harto.

Cachó un papel que acomodó en la prosa
y me lo dio, a las once menos cuarto:

“Tu corazón dirá lo que haga falta,
por lo demás no puedo, es un pretexto
te quiero mucho” me puso.
Y mas abajo: “la Negra”.

Y aquí estoy, haciendo esto.

No se si a mucha gente
le interese que sea tan sincero.

Se puede hacer un verso desde el hueso
con un simple: “Te quiero”.

                                                                       José Larralde

viernes, 13 de abril de 2012

Jim Thompson - 1280 almas


"...Yo había estado en aquella casa cientos de veces, cientos de veces en aquella casa y en otras cien como ella. Pero aquélla fue la primera vez que vi lo que eran todas en realidad. Ni hogares, ni habitaciones humanas, ni nada. Sólo paredes de pino que encerraban el vacío. Sin cuadros, sin libros, sin nada que pudiera mirarse o sobre lo que reflexionar. Solo el vacío que me estaba calando en aquel lugar.
De pronto dejó de existir en aquel punto concreto y se aposentó en todas partes, en todos las lugares como aquel. Y, súbitamente, el vacío se lleno de sonidos y volúmenes, de todos los sucesos implacables que los individuos habían conjurado en el vacío.
Niñas indefensas que gritaban cuando sus propios padres se metían en la cama con ellas. Hombres que maltrataban a sus mujeres, mujeres que suplicaban piedad. Niños que se meaban en la cama de miedo y angustia, y madres que los castigaban dándoles a comer pimienta roja. Caras ojerosas, pálidas a causa de los parásitos intestinales, manchadas a causa del escorbuto. El hambre, la insatisfacción continua, las deudas que traen siempre los plazos. El cómo-comeremos, el cómo-dormiremos, el cómo-nos-taparemos-el-roñoso-culo.
El tipo de ideas que persiguen y acosan cuando no se tiene mas que eso y cuando se esta mucho mejor muerto. Porque es el vacío el que piensa, y uno se encuentra ya muerto interiormente; y lo único que se hace es propagar el hedor y el hastío, las lagrimas, los gemidos, la tortura, el hambre, la vergüenza de la propia mortalidad. El propio vacío.
Me estremecí y pensé en lo maravilloso que había sido nuestro Creador al crear algo tan repugnante y nauseabundo, tanto que cuando se comparaba con un asesinato éste resultaba mucho mejor. Sí, verdaderamente había sido una obra magna la Suya, magnífica y misericorde..."

sábado, 7 de abril de 2012

El libro – J.L.Borges


“…Sobre el libro han escrito de un modo tan brillante tantos escritores. Yo quiero referirme a unos pocos. Primero me referiré a Montaigne, que dedica uno de sus ensayos al libro. En ese ensayo hay una frase memorable: “No hago nada sin alegría”. Montaigne apunta a que el concepto de lectura obligatoria es un concepto falso. Dice que si el encuentra un pasaje difícil en un libro, lo deja: porque ve en la lectura una forma de felicidad.

Recuerdo que hace muchos años se realizó una encuesta sobre que es la pintura. Le preguntaron a mi hermana Norah y contestó que la pintura es el arte de dar alegría con formas y colores. Yo diría que la literatura es también una forma de alegría. Si leemos algo con dificultad, el autor ha fracasado. Por eso considero que un escritor como Joyce ha fracasado esencialmente, porque su obra requiere un esfuerzo.   

Un libro no debe requerir un esfuerzo, la felicidad no debe requerir un esfuerzo. Pienso que Montaigne tiene razón. Luego enumera los autores que le gustan. Cita a Virgilio, dice preferir las Geórgicas a la Eneida; yo prefiero la Eneida, pero eso no tiene nada que ver. Montaigne habla de los libros con pasión, pero dice que aunque los libros son una felicidad, son, sin embargo un placer lánguido.

Emerson lo contradice- es el otro gran trabajo sobre los libros que existe. En esa conferencia, Emerson dice que una biblioteca es una especie de gabinete mágico. En ese gabinete están encantados los mejores espíritus de la humanidad, pero esperan nuestra palabra para salir de su mudez. Tenemos que abrir el libro, entonces ellos despiertan. Dice que podemos contar con la compañía de los mejores hombres que la humanidad ha producido, pero que no los buscamos y preferimos leer comentarios, críticas  y no vamos a lo que ellos han escrito.

Yo he sido profesor de literatura inglesa, durante veinte años, en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Siempre les he dicho a mis estudiantes que tengan poca bibliografía, que no lean críticas, que lean directamente los libros; entenderán poco, quizá, pero siempre gozarán y estarán leyendo la voz de alguien. Yo diría que lo más importante de un autor es su entonación, lo más importante de un libro es la voz del autor, esa voz que llega a nosotros.

 Yo he dedicado una parte de mi vida a las letras, y creo que una forma de la felicidad es la lectura; otra forma de felicidad menor es la creación poética, o lo que llamamos creación, que es una mezcla de olvido y recuerdo de lo que hemos leído.

Emerson coincide con Montaigne en el hecho que debemos leer únicamente lo que nos agrada, que un libro tiene que ser una forma de felicidad. Les debemos tanto a las letras. Yo he tratado más de releer que de leer, creo que releer es más importante que leer, salvo que para releer se necesita haber leído.  Yo tengo ese culto del libro. Puedo decirlo de un modo que puede parecer patético y no quiero que sea patético; quiero que sea como una confidencia que les realizo a cada uno de ustedes; no a todos, pero sí  a cada uno, porque todos es una abstracción y cada uno es verdadero.

Yo sigo jugando a no ser ciego, yo sigo comprando libros. Los otros días me regalaron una edición del año 1966 de la Enciclopedia Brokhause. Yo sentí la presencia de ese libro en mi casa, la sentí como una suerte de felicidad. Ahí estaban los ventitantos volúmenes con una letra gótica que no puedo leer, con los mapas y grabados que no puedo ver; y sin embargo el libro estaba ahí. Yo sentía como una gravitación amistosa del libro. Pienso que el libro es una de las posibilidades de felicidad que tenemos los hombres. 

Se habla de la desaparición del libro; yo creo que es imposible. Se dirá que diferencia puede haber entre un libro y un periódico o un disco. La diferencia es que un periódico se lee para el olvido, un disco se oye asimismo para el olvido, es algo mecánico y por lo tanto frívolo. Un libro se lee para la memoria.

El concepto de libro sagrado, del Corán o de la Biblia, o de los Vedas, puede haber pasado, pero el libro tiene cierta santidad que debemos tratar de no perder. Tomar un libro y abrirlo guarda la posibilidad de un hecho estético. ¿Qué son esas palabras acostadas en un libro? ¿Qué son esos símbolos muertos? Nada absolutamente. ¿Qué es un libro si no lo abrimos? Es simplemente un cubo de papel y cuero, con hojas; pero si lo leemos ocurre algo raro, creo que cambia cada vez.

Heráclito dijo (lo he repetido demasiadas veces) que nadie baja dos veces al mismo río. Nadie baja dos veces al mismo río porque las aguas cambian, pero lo más terrible es que nosotros somos no menos fluidos que el río. Cada vez que leemos un libro, el libro ha cambiado, la connotación de las palabras es otra. Además, los libros están cargados de pasado.

He hablado en contra de la crítica y voy a desdecirme (pero que importa desdecirme). Hamlet no es exactamente el Hamlet que Shakespeare concibió al principio del siglo XVII, Hamlet es el Hamlet de Coleridge, de Goethe y de Bradley. Hamlet ha renacido. Lo mismo pasa con el Quijote. Igual sucede con Lugones y Martínez Estrada, el Martín Fierro no es el mismo. Los lectores han ido enriqueciendo el libro.

Si leemos un libro antiguo es como si leyéramos todo el tiempo que ha trascurrido desde el día en que fue escrito y nosotros. Por eso conviene mantener el culto del libro. El libro puede estar lleno de erratas, podemos no estar de acuerdo con las opiniones del autor, pero todavía conserva algo sagrado, algo divino, no con respeto supersticioso, pero sí con deseo de encontrar felicidad, de encontrar sabiduría.

Es lo que quería decirles hoy.”


                                                                                              24 de mayo de 1978