martes, 29 de mayo de 2012

E. A. Poe - La máscara de la Muerte Roja


“…Pero el enmascarado se había atrevido a asumir las apariencias de la Muerte Roja. Su mortaja estaba salpicada de sangre, y su amplia frente, así como el rostro, aparecían manchados por el horror escarlata.
Cuando los ojos del príncipe Próspero cayeron sobre la espectral imagen (que ahora, con un movimiento lento y solemne como para dar relieve a su papel, se paseaba entre los bailarines), convulsionóse en el primer momento con un estremecimiento de terror o de disgusto; pero inmediatamente su frente enrojeció de rabia.
-¿Quién se atreve -preguntó, con voz ronca, a los cortesanos que lo rodeaban-, quién se atreve a insultarnos con esta burla blasfematoria? ¡Apodérense de él y desenmascárenlo, para que sepamos a quién vamos a ahorcar al alba en las almenas!
Al pronunciar estas palabras, el príncipe Próspero se hallaba en el aposento del este, el aposento azul. Sus acentos resonaron alta y claramente en las siete estancias, pues el príncipe era hombre temerario y robusto, y la música acababa de cesar a una señal de su mano.
Con un grupo de pálidos cortesanos a su lado hallábase el príncipe en el aposento azul. Apenas hubo hablado, los presentes hicieron un movimiento en dirección al intruso, quien, en ese instante, se hallaba a su alcance y se acercaba al príncipe con paso sereno y cuidadoso. Mas la indecible aprensión que la insana apariencia de enmascarado había producido en los cortesanos impidió que nadie alzara la mano para detenerlo; y así, sin impedimentos, pasó éste a un metro del príncipe, y, mientras la vasta concurrencia retrocedía en un solo impulso hasta pegarse a las paredes, siguió andando ininterrumpidamente pero con el mismo y solemne paso que desde el principio lo había distinguido. Y de la cámara azul pasó la púrpura, de la púrpura a la verde, de la verde a la anaranjada, desde ésta a la blanca y de allí, a la violeta antes de que nadie se hubiera decidido a detenerlo. Mas entonces el príncipe Próspero, enloquecido por la ira y la vergüenza de su momentánea cobardía, se lanzó a la carrera a través de los seis aposentos, sin que nadie lo siguiera por el mortal terror que a todos paralizaba. Puñal en mano, acercóse impetuosamente hasta llegar a tres o cuatro pasos de la figura, que seguía alejándose, cuando ésta, al alcanzar el extremo del aposento de terciopelo, se volvió de golpe y enfrentó a su perseguidor. Oyóse un agudo grito, mientras el puñal caía resplandeciente sobre la negra alfombra, y el príncipe Próspero se desplomaba muerto. Poseídos por el terrible coraje de la desesperación, numerosas máscaras se lanzaron al aposento negro; pero, al apoderarse del desconocido, cuya alta figura permanecía erecta e inmóvil a la sombra del reloj de ébano, retrocedieron con inexpresable horror al descubrir que el sudario y la máscara cadavérica que con tanta rudeza habían aferrado no contenían ninguna figura tangible.
Y entonces reconocieron la presencia de la Muerte Roja. Había venido como un ladrón en la noche. Y uno por uno cayeron los convidados en las salas de orgía manchadas de sangre y cada uno murió en la desesperada actitud de su caida. Y la vida del reloj de ébano se apagó con la del último de aquellos alegres seres. Y las llamas de los trípodes expiraron. Y las tinieblas, y la corrupción, y la Muerte Roja lo dominaron todo.

E. A. Poe - El Cuervo



Una vez, al filo de una lúgubre media noche,
mientras débil y cansado, en tristes reflexiones embebido,
inclinado sobre un viejo y raro libro de olvidada ciencia,
cabeceando, casi dormido,
oyóse de súbito un leve golpe,
como si suavemente tocaran,
tocaran a la puerta de mi cuarto.
“Es —dije musitando— un visitante
tocando quedo a la puerta de mi cuarto.
Eso es todo, y nada más.”

¡Ah! aquel lúcido recuerdo
de un gélido diciembre;
 espectros de brasas moribundas
reflejadas en el suelo;
angustia del deseo del nuevo día;
en vano encareciendo a mis libros
dieran tregua a mi dolor.
Dolor por la pérdida de Leonora, la única,
virgen radiante, Leonora por los ángeles llamada.
Aquí ya sin nombre, para siempre.

Y el crujir triste, vago, escalofriante
de la seda de las cortinas rojas
llenábame de fantásticos terrores
jamás antes sentidos. Y ahora aquí, en pie,
acallando el latido de mi corazón,
vuelvo a repetir:
“Es un visitante a la puerta de mi cuarto
queriendo entrar. Algún visitante
que a deshora a mi cuarto quiere entrar.
Eso es todo, y nada más.”

Ahora, mi ánimo cobraba bríos,
y ya sin titubeos:
“Señor —dije— o señora, en verdad vuestro perdón
imploro,mas el caso es que, adormilado
cuando vinisteis a tocar quedamente,
tan quedo vinisteis a llamar,
a llamar a la puerta de mi cuarto,
que apenas pude creer que os oía.”
Y entonces abrí de par en par la puerta:
Oscuridad, y nada más.

Escrutando hondo en aquella negrura
permanecí largo rato, atónito, temeroso,
dudando, soñando sueños que ningún mortal
se haya atrevido jamás a soñar.
Mas en el silencio insondable la quietud callaba,
y la única palabra ahí proferida
era el balbuceo de un nombre: “¿Leonora?”
Lo pronuncié en un susurro, y el eco
lo devolvió en un murmullo: “¡Leonora!”
Apenas esto fue, y nada más.

Vuelto a mi cuarto, mi alma toda,
toda mi alma abrasándose dentro de mí,
no tardé en oír de nuevo tocar con mayor fuerza.
“Ciertamente —me dije—, ciertamente
algo sucede en la reja de mi ventana.
Dejad, pues, que vea lo que sucede allí,
y así penetrar pueda en el misterio.
Dejad que a mi corazón llegue un momento el silencio,
y así penetrar pueda en el misterio.”
¡Es el viento, y nada más!

De un golpe abrí la puerta,
y con suave batir de alas, entró
un majestuoso cuervo
de los santos días idos.
Sin asomos de reverencia,
ni un instante quedo;
y con aires de gran señor o de gran dama
fue a posarse en el busto de Palas,
sobre el dintel de mi puerta.
Posado, inmóvil, y nada más.

Entonces, este pájaro de ébano
cambió mis tristes fantasías en una sonrisa
con el grave y severo decoro
del aspecto de que se revestía.
“Aun con tu cresta cercenada y mocha —le dije—,
no serás un cobarde,
hórrido cuervo vetusto y amenazador.
Evadido de la ribera nocturna.
¡Dime cuál es tu nombre en la ribera de la Noche Plutónica!”
Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”

Cuánto me asombró que pájaro tan desgarbado
pudiera hablar tan claramente;
aunque poco significaba su respuesta.
Poco pertinente era. Pues no podemos
sino concordar en que ningún ser humano
ha sido antes bendecido con la visión de un pájaro
posado sobre el dintel de su puerta,
pájaro o bestia, posado en el busto esculpido
de Palas en el dintel de su puerta
con semejante nombre: “Nunca más.”

Mas el Cuervo, posado solitario en el sereno busto.
las palabras pronunció, como virtiendo
su alma sólo en esas palabras.
Nada más dijo entonces;
no movió ni una pluma.
Y entonces yo me dije, apenas murmurando:
“Otros amigos se han ido antes;
mañana él también me dejará,
como me abandonaron mis esperanzas.”
Y entonces dijo el pájaro: “Nunca más.”

Sobrecogido al romper el silencio
tan idóneas palabras,
“sin duda —pensé—, sin duda lo que dice
es todo lo que sabe, su solo repertorio, aprendido
de un amo infortunado a quien desastre impío
persiguió, acosó sin dar tregua
hasta que su cantinela sólo tuvo un sentido,
hasta que las endechas de su esperanza
llevaron sólo esa carga melancólica
de ‘Nunca, nunca más’.”

Mas el Cuervo arrancó todavía
de mis tristes fantasías una sonrisa;
acerqué un mullido asiento
frente al pájaro, el busto y la puerta;
y entonces, hundiéndome en el terciopelo,
empecé a enlazar una fantasía con otra,
pensando en lo que este ominoso pájaro de antaño,
lo que este torvo, desgarbado, hórrido,
flaco y ominoso pájaro de antaño
quería decir granzando: “Nunca más.”

En esto cavilaba, sentado, sin pronunciar palabra,
frente al ave cuyos ojos, como-tizones encendidos,
quemaban hasta el fondo de mi pecho.
Esto y más, sentado, adivinaba,
con la cabeza reclinada
en el aterciopelado forro del cojín
acariciado por la luz de la lámpara;
en el forro de terciopelo violeta
acariciado por la luz de la lámpara
¡que ella no oprimiría, ¡ay!, nunca más!

Entonces me pareció que el aire
se tornaba más denso, perfumado
por invisible incensario mecido por serafines
cuyas pisadas tintineaban en el piso alfombrado.
“¡Miserable —dije—, tu Dios te ha concedido,
por estos ángeles te ha otorgado una tregua,
tregua de nepente de tus recuerdos de Leonora!
¡Apura, oh, apura este dulce nepente
y olvida a tu ausente Leonora!”
Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”

“¡Profeta!” —exclamé—, ¡cosa diabolica!
¡Profeta, sí, seas pájaro o demonio
enviado por el Tentador, o arrojado
por la tempestad a este refugio desolado e impávido,
a esta desértica tierra encantada,
a este hogar hechizado por el horror!
Profeta, dime, en verdad te lo imploro,
¿hay, dime, hay bálsamo en Galaad?
¡Dime, dime, te imploro!”
Y el cuervo dijo: “Nunca más.”

“¡Profeta! —exclamé—, ¡cosa diabólica!
¡Profeta, sí, seas pájaro o demonio!
¡Por ese cielo que se curva sobre nuestras cabezas,
ese Dios que adoramos tú y yo,
dile a esta alma abrumada de penas si en el remoto Edén
tendrá en sus brazos a una santa doncella
llamada por los ángeles Leonora,
tendrá en sus brazos a una rara y radiante virgen
llamada por los ángeles Leonora!”
Y el cuervo dijo: “Nunca más.”

“¡Sea esa palabra nuestra señal de partida
pájaro o espíritu maligno! —le grité presuntuoso.
¡Vuelve a la tempestad, a la ribera de la Noche Plutónica.
No dejes pluma negra alguna, prenda de la mentira

que profirió tu espíritu!
Deja mi soledad intacta.
Abandona el busto del dintel de mi puerta.
Aparta tu pico de mi corazón
y tu figura del dintel de mi puerta.
Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”

Y el Cuervo nunca emprendió el vuelo.
Aún sigue posado, aún sigue posado
en el pálido busto de Palas.
en el dintel de la puerta de mi cuarto.
Y sus ojos tienen la apariencia
de los de un demonio que está soñando.
Y la luz de la lámpara que sobre él se derrama
tiende en el suelo su sombra. Y mi alma,
del fondo de esa sombra que flota sobre el suelo,
no podrá liberarse. ¡Nunca más!




La Grange - ZZ Top


Rumour spreadin' a-'round in that Texas town
'bout that shack outside La Grange

and you know what I'm talkin' about.
Just let me know if you wanna go
to that home out on the range.
They gotta lotta nice girls ah.

Have mercy.
A haw, haw, haw, haw, a haw.
A haw, haw, haw.

Well, I hear it's fine if you got the time
and the ten to get yourself in.
A hmm, hmm.
And I hear it's tight most ev'ry night,
but now I might be mistaken.

hmm, hmm, hmm.

Ah have mercy.

- Billy Gibbons, Dusty Hill & Frank Beard


 Un rumor se esparce por todo ese pueblo de Texas
sobre un tugurio en las afueras de La Grange

y tu sabes bien de lo que estoy hablando
Solo hazme saber si quieres ir ahí
A ese “hogar” afuera de los limites
Tienen un montón de chicas guapas .Ah

Ten piedad
A haw, haw, haw, haw, a haw.
A haw, haw, haw.

Bueno escuche que está muy bien, si es que tienes el tiempo
y los diez para poder entrar
A hmm, hmm.
Y escuché que se llena casi todas las noches
Pero en esta ocasión puedo estar equivocado
hmm, hmm, hmm.

Ah, Ten piedad






Ayer pasé por el cabaret...y lo miré con cariño...
                                                                                            Pappo 


jueves, 24 de mayo de 2012

Les Luthiers - Juegos de palabras


El célebre compositor Johann Sebastián Mastropiero, en busca de inspiración realizó un viaje al Oriente Medio, a las calurosas regiones de “Uf Al-Sudar”.
 Allí, una leve indisposición del jeque motivó que Mastropiero fuera recibido por Abdul, el anciano Imán de la mezquita principal. El Imán Abdul se presentó ante Mastropiero y le dijo: “Maestro, hoy yo seré su anfitrión porque a mi jefe el jeque lo aqueja la jaqueca”.
 El Imán Abdul poseía una personalidad magnética, como todos los imanes.
 Según le explicó a Mastropiero, los musulmanes más fanáticos eran llamados “Muy-sulmanes”; y por el contrario los que sólo cumplían en parte los preceptos de Mahoma eran “Ma-o-menos”.
 También le contó que los beduinos provenían algunos de ciertos oasis poblados y otros de ciertos desiertos desiertos.
 Mastropiero se despidió de Abdul y se dirigió al encuentro de una tribu de beduinos con los que convivió durante varias semanas. Los miembros de la tribu eran nómades por partida doble; eran nómades porque deambulaban sin residencia fija y porque eran no más de... cincuenta o sesenta beduinos.
 En dicha tribu se disputaban el mando dos jeques hermanos: Mohamed, el grande y Nomemohes, chico.
 El jeque Nomemohes estaba por contraer enlace y le encargó a Mastropiero la obra que escucharemos a continuación: la serenata que cantó el novio la víspera de la boda.

                                                                                                    Serenata medio oriental

 
El juglar Ludovico trata de escalar el muro de su amada Leonora y cantarle su aria de amor.
Ludovico trepa, teme, tiembla, lo cual se descubre, ingeniosamente insinuado, por los contrastantes motivos rítmicos, por la exuberante orquestación y porque Ludovico dice: trepo, temo, tiemblo.
De pronto, el juglar es sorprendido por el padre de la niña, quien corta la escala.
Los acontecimientos se precipitan.
Sin embargo, Ludovico insiste en llegar hasta su amada.
Él quiere cantarle su aria de amor y solamente eso.
Aunque cada vez piensa menos en cantar y más en solamente eso.

                                                                                         Voglio entrare per la finestra 

 
Cierta vez le encargaron a Mastropiero una partitura para la solemne y prestigiosa entrega de premios de epistemología de la Universidad de la Sorbona, en París.
 Mastropiero aceptó pero un equívoco hizo que su obra tuviera más repercusión que la esperada.
Cuando le fue encargada una obra “para la Sorbona”, Mastropiero entendió “para las hormonas”…
Y en vez de una obertura académica compuso una cumbia…
Una cumbia en la que incluyó algunos nombres de filósofos y epistemólogos, que le habían suministrado con el encargo.
Luego de la sorpresa inicial del calificado auditorio, Mastropiero fue reputado de inculto. Y de ese modo, fue reputado por todos…
Este error de Mastropiero le cerró las puertas de los círculos filosóficos, pero le abrió un enorme prestigio en las más renombradas bailantas. Sobre todo porque esa cumbia, “Dilema de amor”, se convirtió en el gran éxito del popular grupo “Los Brillantes”.
                     
                                                                                                                     Dilema de amor


La zamba "Añoralgias" ha sido recopilada por un gran investigador de nuestro folklore. Un hombre nacido en el norte:
El noruego Sven Kundsen.
¡El payo Kundsen!
A pesar de su origen escandinavo, Kundsen amaba a nuestra tierra.
Solía decir: "Yo soy más criollo que el bacalau".
“… A su iniciativa debemos el simposio interdisciplinario que reunió a folkloristas y ginecólogos. El tema era "La relación entre el examen de mama …y el alazán de Tata".

                                                                                                                        Añoralgias
 
"El Vals del Segundo" añade a su riqueza temática y formal, que se manifiesta ya desde el primer compás, un indudable valor musicológico.
 En el trabajo de investigación previa los compositores consultaron viejas partituras de la Belle Epoque y descubrieron con sorpresa que la tonalidad era la misma en todas: blanco amarillenta.
  Para su ejecución se emplea habitualmente una orquesta limitada, pudiendo modificarse sensiblemente con una orquesta buena.
 "El Vals del Segundo" comienza con un portato assai.
El segundo tiempo es un deciso e a terra col battere, en el cual se plantea el desarrollo ulterior de la obra plácidamente, en forma muy tensa, con total serenidad, agitadamente, en una paz plena, turbulenta, creando un clima calmo, caótico, definiendo indubitablemente la intención de los autores, de alguna manera.
 Sigue el intermezzo, compuesto sobre un esquema en el cual las figuras predominantes son negras, como en el Jazz.
 El intermezzo desemboca en el tiempo siguiente, que por otra parte era la única posibilidad. Se trata del levare languente, que establece una atmósfera de bacanal. Las cuerdas cantan, ebrias de gozo, mientras los oboes se superponen a las flautas…
 El desenlace es abrupto: un pizzicatto tanto de ritmo alocado, paradójicamente a cargo de las cuerdas…
 La agrupación bien antigua de Les... la agrupación Viena Antigua de Les Luthiers ejecuta "El Vals del Segundo"

                                                                                                                El Vals del Segundo


 
La siguiente obra del presente recital ilustra un período poco conocido de la juventud
de Johann Sebastian Mastropiero.
 Todo empezó cuando un conocido crítico se resfrió...
se refirió, se refirió a Mastropiero. Con esto termino...
Con estos términos... con estos términos... claro, le falta el…
términos... no le han puesto el... arriba de la "t", no tiene el..
la diéresis, no le han puesto la diéresis. Es un error de lipotimia...
 Mastropiero se ha creado fama de artista espiritual, pero come todo...
pero come de todo... pero con métodos…
con métodos pocos... claro... claros... con métodos poco claros.
  Podríamos llegar a admirarlo siempre, ¿y cuándo tomaremos?...
siempre y cuando tomáramos en cuenta su tenaza...
su tenaza ambición, son dos palabras: "tenaza", “ambición".
 En los más "prestrigriosos" foros internaciona...
en los más prestigriosos foros, prestigriosos foros inter.,
en los prestri, en los más prestrigri, prestigri, prestrigri…
En los más famosos foros internacionales... en que estuve excitado…
en que estuve he citado, muchas veces, ¿eh?...
muchas veces he citado el fracaso de su operación.
El fracaso de su ópera "Sión y el judío era antes".
"Sión y el judío errante", que se basaba en una vieja leyendo ebria...
una vieja leyenda hebrea... me di cuenta enseguida…no podía ser...
Siempre dije: ¡qué dicha!...
Que dicha ópera no describe con acierto los sexos, dos…
los dos sexos... los éxodos de dicho pueblo.
 Y por eso Mastropiero soportó, ¿ha batido un huevo?
soportó abatido un nuevo fracaso.
 Por esos días Mastropiero enfrentó grandes problemas, chocó con la bici...
con las vicisitudes más adversas,
¿qué le tocaron?... que le tocaron en suerte...
vivía acostado por las dudas... vivía acosado por las deudas…
 Por esos tiempos conoció a los condes de Freistadt,
y cuando ya no podía más sacudió a la condesa…
acudió a la condesa, que era la persona... ¿y doña?..
que era la persona idónea...
La condesa se apiadó de él y le acostó un viejo...
Le costeó un viaje a Nueva York.
Allí Mastropiero compuso la pieza que escucharemos a continuación:
su célebre "Lazy Daisy".
 Aquí termina la anécdota, pero él te mató...
da vía, da... ¡pará!... más...
¡Pero el tema todavía da para más!
 Esto es, ¿todo? ¿todo?... esto es: todo, todo esto, esto es, todo es,
todo esto, esto todo esto, ¿qué es esto? ¿qué es esto?
este esto es toso, toso, ese soto es eso, ese seso es soto,
todo soso, ¿ese té es de  totó? ¿o se destetó todo teté?
totó, totó, ese.... ¡ah!... ¡esto es todo!

                                                            Daniel Ravinovich presentando "Lazy Daisy"

domingo, 13 de mayo de 2012

Los hijos de Húrin - Tolkien

La conversación de Húrin y Morgoth

“…Así pues Húrin fue llevado ante Morgoth, porque éste sabía, por sus artes y sus espías, que Húrin tenía amistad con el rey, e intentó intimidarlo con su mirada. Pero aún no era posible intimidar a Húrin, que desafió a Morgoth. Morgoth lo hizo entonces encadenar y
le dio lento tormento. Al cabo de un tiempo, fue a donde él estaba y le ofreció la posibilidad de escoger entre ser libre de ir a donde quisiera o bien recibir poder y rango como el mayor de los capitanes de Morgoth, si se avenía a revelarle dónde tenía Turgon su fortaleza y todo lo que supiese sobre los designios del rey. Pero Húrin el Firme se mofó de él, diciendo:

-Eres ciego, Morgoth Bauglir, y ciego serás siempre, pues tan sólo ves la oscuridad. Desconoces las normas que rigen el corazón de los Hombres, y si las conocieras no sabrías acatarlas. Pero necio es quien acepta lo que Morgoth le ofrece. Primero te quedarías con el precio y luego faltarías a tu promesa; y si te dijera lo que pides, yo sólo obtendría la muerte.

Entonces Morgoth rió, y dijo:

-Quizá acabes pidiéndome la muerte como una merced.

Entonces llevó a Húrin a la Haudh-en-Nirnaeth, que por entonces estaba recién construida, y en ella se respiraba el hedor de la muerte; y Morgoth lo puso en lo más alto de la cima y le ordenó que mirara al oeste, hacia Hithlum, y que pensara en su esposa y en su hijo y en el resto de los suyos.

—Porque ahora moran en mi reino —dijo Morgoth—, y los tengo en mi poder.

—No los tienes —respondió Húrin—. Pero no llegarás a Turgon a través de ellos; porque ellos no conocen sus secretos.

Entonces la cólera dominó a Morgoth, y dijo:

-Pero sí te tengo a ti, y llegaré a toda tu maldita casa; y os quebrantará mi voluntad, aunque estéis todos hechos de acero.

Y diciendo  esto, alzó una larga espada que allí había y la quebró ante los ojos de Húrin, y un fragmento le hirió en la cara; pero Húrin no se doblegó. Entonces Morgoth, extendiendo el largo brazo hacia Dorlómin, maldijo a Húrin y Morwen y a sus hijos, diciendo:

- ¡Mira! La sombra de mi pensamiento caerá sobre ellos dondequiera que vayan, y mi odio los perseguirá hasta los confines del mundo.

Pero Húrin replicó:

-Hablas en vano. Tú no puedes verlos ni gobernarlos desde lejos; no mientras conserves esta forma, y desees aún ser un rey visible en la tierra.

Entonces Morgoth se volvió hacia Húrin, y dijo:

-¡Necio, insignificante entre los Hombres, que son ya lo más insignificante de cuanto habla! ¿Has visto a los Valar, o medido el poder de Manwé y Varda? ¿Conoces el alcance de su pensamiento? ¿O crees, quizá, que ellos te tienen presente y que pueden protegerte
desde lejos?

—No lo sé —contestó Húrin—. Pero bien podría ser así si ellos lo quisieran. Porque mientras Arda perdure el Rey Mayor no será destronado.

—Tú lo has dicho —dijo Morgoth—.Yo soy el Rey Mayor: Melkor, el primero y más poderoso de todos los Valar, que fue antes que el mundo y lo creó. La sombra de mis designios se extiende sobre Arda, y todo lo que hay en ella cede lenta e inexorablemente ante mi voluntad. Y a todos los que tú ames, mi pensamiento los cubrirá como una nube fatídica, y los envolverá en oscuridad y desesperanza. Dondequiera que vayan, el mal les saldrá al encuentro. Cada vez que hablen, sus palabras provocarán malentendidos. Todo lo que hagan se volverá contra ellos. Morirán sin esperanza, maldiciendo a la vez la vida y la muerte.

Pero Húrin respondió:

-¿Olvidas con quién hablas? Las mismas cosas se las dijiste hace mucho a nuestros padres; pero escapamos de tu sombra. Y ahora te conocemos, porque hemos contemplado los rostros que han visto la Luz, y hemos escuchado las voces que han hablado con Manwe.
Existías antes que Arda, pero otros también; y tú no la creaste. Ni tampoco eres el más poderoso; porque has dedicado tu fuerza a ti mismo y la has malgastado en tu propio vacío. No eres más que un esclavo fugitivo de los Valar, y sus cadenas todavía te esperan.

-Has aprendido de memoria las lecciones de tus amos –replicó Morgoth—. Pero un conocimiento tan infantil no te ayudará, ahora que todos han huido.

-Esto es entonces lo último que te diré, esclavo Morgoth –dijo Húrin-, y no proviene de la ciencia de los Eldar, sino que me lo dicta mi corazón en este momento. Tú no eres el Señor de los Hombres, y nunca lo serás, aunque toda Arda y el Menel caigan bajo tu dominio. Más allá de los Círculos del Mundo no puedes perseguir a los que te rechazan.

-Más allá de los Círculos del Mundo no los perseguiré –contestó Morgoth-. Porque más allá de los Círculos del Mundo está la Nada. Pero hasta que entren en la Nada, dentro de ellos no se me escaparán.

-Mientes -afirmó Húrin.

-Ya lo verás, y reconocerás entonces que no miento -dijo Morgoth.

Y llevando a Húrin de nuevo a Angband.lo sentó en una silla de piedra sobre un sitio elevado de Thangorodrim desde donde podía ver a lo lejos la tierra de Hithlum al oeste y las tierras de Beleriand al sur. Allí quedó sujeto por el poder de Morgoth; y éste, de pie a su lado, lo maldijo de nuevo y le impuso su poder, de manera que Húrin no podía moverse ni morir en tanto que Morgoth no lo liberara.

-Siéntate aquí ahora -dijo Morgoth- y contempla las tierras donde aquellos que me has entregado conocerán el mal y la desesperación. Porque has osado burlarte de mí, y has cuestionado el poder de Melkor, amo de los destinos de Arda. Así pues, con mis ojos verás, y con mis oídos oirás, y nada te será ocultado."


domingo, 6 de mayo de 2012

La bebida

El comer y el beber


Entonces, un viejo que tenía una posada dijo: Háblanos del comer y del beber.

Y él respondió:

Ojalá pudierais vivir de la fragancia de la tierra y, como planta del aire, ser alimentados por la luz.

Pero, ya que debéis matar para comer y robar al recién nacido la leche de su madre para apagar vuestra sed, haced de ello un acto de adoración.

Y haced que vuestra mesa sea un altar en el que lo puro y lo inocente, el buque y la pradera sean sacrificados a aquello que es más puro y aún inocente que el hombre.

Cuando matéis un animal, decidle en vuestro corazón:

«El mismo poder que te sacrifica, me sacrifica también; yo seré también destruido.
La misma ley que te entrega en mis manos me entregará a mí en manos más poderosas.

Tu sangre y mi sangre no son otra cosa que la savia que alimenta el árbol del cielo.»

Y, cuando mordáis una manzana, decidle en vuestro corazón:

«Tus semillas vivirán en mi cuerpo.

Y los botones de tu mañana florecerán en mi corazón.

Y tu fragancia será mi aliento.

Y gozaremos juntos a través de todas las estaciones.»

Y, en el otoño, cuando reunáis las uvas de vuestras vides para el lagar, decid en vuestro corazón:

«Yo soy también una vid y mi fruto será llevado al lagar. Y, como vino nuevo será guardado en vasos eternos.»

Y, en el invierno, cuando sorbáis el vino, que haya en vuestro corazón un canto para cada copa.

Y que haya en ese canto un recuerdo para los días otoñales y para la vid y para el lagar.

                                                                                                           
                                                                                                  Khalil Gibran - El profeta




Lastima, bandoneón,
mi corazón
tu ronca maldición maleva...
Tu lágrima de ron
me lleva
hasta el hondo bajo fondo
donde el barro se subleva.
¡Ya sé, no me digás! ¡Tenés razón!
La vida es una herida absurda,
y es todo tan fugaz
que es una curda, ¡nada más!
mi confesión.

Contame tu condena,
decime tu fracaso,
¿no ves la pena
que me ha herido?
Y hablame simplemente
de aquel amor ausente
tras un retazo del olvido.
¡Ya sé que te lastimo!
¡Ya se que te hago daño
llorando mi sermón de vino!

Pero es el viejo amor
que tiembla, bandoneón,
y busca en el licor que aturde,
la curda que al final
termine la función
corriéndole un telón al corazón.

Un poco de recuerdo y sinsabor
gotea tu rezongo lerdo.
Marea tu licor y arrea
la tropilla de la zurda
al volcar la última curda.
Cerráme el ventanal
que arrastra el sol
su lento caracol de sueño,
¿no ves que vengo de un país
que está de olvido, siempre gris,
tras el alcohol?...
                                                                  La última curda – C. Castillo



Rara..
como encendida
te hallé bebiendo
linda y fatal...

Bebías,
y en el fragor del champán,
loca, reías por no llorar...

Pena
me dio encontrarte
pues al mirarte
yo ví brillar
tus ojos,
con un eléctrico ardor,
tus bellos ojos que tanto adoré...

                                                                  Los mareados – E. Cadicamo


Yo era un hombre bien, tenía perro y mujer
y un día descubrí la botella de escocés.

Tomé demasiado, tomé demasiado, oh yeah.

Ahora sin parar voy por el callejón,
pateando botellas vacías de amor.

Tomé demasiado, tomé demasiado, oh yeah.

Whisky, whisky, y rock and roll.

Yo era un hombre bien, tenía perro y mujer
y un día descubrí la botella de escocés.
Tomé demasiado, tomé demasiado, oh yeah.

Mmmm, creo que tomé un poco de más…

                                                                    Pappo – Tomé demasiado

Pasión barroca y desbordada

Venus durmiente
Musa de la pintura
Yo no se nada de arte, pero me impresionaron su historia y sus pinturas.


Rompió todas las leyes de la sociedad. Fue una de las mayores pintoras de su época. Como Caravaggio, durante casi cuatro siglos fue olvidada. Una muestra en París redescubre su talento.

La pintora barroca italiana fue una mujer libre, rebelde, ambiciosa, muy cortejada y genial. Vivió rodeada de mecenas, formó a los grandes de la época, su autorretrato desnuda –representando una de las ocho virtudes de Miguel Angel– decora la casa del propio Buonarroti bajo el encargo de su sobrino, Miguel Angel el joven. Fue alumna de Galileo Galilei, primera mujer miembro de la Academia de Dibujo. Trascendió fronteras, fue amiga de Diego de Velázquez, también pintora de la corona española y de la reina de Inglaterra. Rompió todas las leyes sociales y se convirtió en una de las artistas más célebres de su época. Compleja, apasionada, también sus cartas de amor, asociadas a su trabajo, a su amante Francesco María Maringhi, desbordan de emociones, mezcladas con algunos versos latinos de Petrarca, Tasso o del mismo Miguel Angel. Muere en la gloria pero es olvidada durante cuatro siglos.
Artemisia Gentileschi (1593-1654) ha sido rescatada del olvido ahora en Francia con la muestra en el Museo Maillol. Al entrar en el suntuoso recinto de este hotel particular que fue la casa de Maillol y de su esposa, Dina Vierny, uno se topa con obras que rinden cuenta de la importancia de esta una mujer excepcional en la historia del arte y, en particular, en el período barroco-clasicista. A través de los dos pisos del museo se despliega un universo de formas impregnadas de refinamiento, voluptuosidad, teatralidad en las expresiones y colores, bajo una pasión intensa que emana del conjunto de estos elementos. La genial creadora renace como una suerte de Ave Fénix frente a nuestra mirada subyugada.
Hija del maestro toscano de la pintura barroca Orazio Gentileschi, Artemisia nació en Roma el 8 de julio de 1593. Su madre murió en el séptimo parto, cuando ella tenía 12 años. Decide ser artista y se convierte en la mejor alumna de su padre: quiere trascender su condición (fue el caso de Caravaggio en otro sentido), cuya pintura, según dicen algunas fuentes, la trastornaba.
Caravaggio muere en 1610; Artemisia tiene entonces 17 años y firma su primer cuadro: “Susana y los viejos”. Artemisia ha eliminado todo detalle anecdótico, como el jardín o las joyas que son un clásico a la hora de tratar este tema de lascivia bíblico. La atención está prestada a los personajes y a la pureza que irradia el cuerpo desnudo de Susana, la expresión de miedo de su rostro, bajo el inmenso contraste entre el rojo y el azul, que derivan del interés de la pintora por Miguel Angel en aquella época.
Un año más tarde, en 1611, uno de los colaboradores de su padre en la decoración de la casa del cardinal Scipione Borghese, Agostino Tassi, comienza a darle clases de perspectiva. Se inicia entonces un capítulo oscuro en la vida de Artemisia. No acepta el pedido de matrimonio que le hace Tassi, quien la viola. Su padre decide denunciarlo al papa Pablo V para obligarlo a casarse –era la ley de la época– y somete de hecho a Artemisia a un proceso humillante bajo la mirada de toda Roma. El proceso público duró varios meses. Fue sometida a la tortura que consistía en prensar los dedos a través de cuerdas hasta destruir las falanges. En los registros judiciales que se conservan se puede leer una famosa frase de Artemisia, quien con los dedos deshechos se dirige a Tassi diciéndole: “Este es el anillo de bodas que me tenías prometido”. Tassi es condenado a cinco años de exilio y galeras pontificias –que nunca cumplió– mientras que Artemisia se casa con Pierantonio Stiattesi, florentino, hijo de un zapatero, y juntos se trasladan a Florencia.
En aquella época, en la corte del gran duque de la Toscana, Cosme de Médicis, se encuentra como consejero y maestro de perspectiva en la Academia, Galileo. Fue amigo y maestro de Artemisia. Ella ya era integrante de la prestigiosa Academia del Dibujo, la primera mujer con ese cargo. Se conservan 28 cartas entre ellos. El aporte de Galileo es clave en una de las obras maestras de la pintora: “Judith decapitando a Holofernes”, ejecutada entre 1612-1613.
En esta obra mayor, Artemisia pone sus rasgos en el frío y calculador rictus del rostro de Judith, atribuyendo a Holofernes los de Tassi. La oscuridad y violencia de esta obra, la seguridad en el rostro de Judith decapitando a Holofernes, se atribuyen a su traumática violación y al proceso humillante que vivió posteriormente. El cuadro tiene detalles de Caravaggio: la sangre manchando las sábanas blancas es un efecto de gran dureza que responde al estilo impactante del maestro del claroscuro.
En 1620 el duque Cosme de Médicis quiso adquirir una segunda copia. Y es aquí donde intervendrá Galileo. En este segundo cuadro hay una diferencia en cómo la sangre fluye desde el cuello de Holofernes: el recorrido de la sangre sigue una trayectoria parabólica. Galileo que conocía las dos versiones del cuadro de Artemisia es probable que le haya indicado la trayectoria correcta, en una suerte de realismo que acentúa la crudeza del cuadro (Galileo se ocupó en estudiar el movimiento de los proyectiles y en describir el movimiento parabólico).
Artemisia vuelve a Roma, se reafirma en la escena internacional con una docena de cuadros: llega a la cumbre de una carrera brillante de retratista. La corte de los Médicis con su particular gusto por el teatro, dicta el gusto en la ciudad. La pintora se instala con su familia, su marido y cuatro hijos, cerca de la plaza del Popolo durante cuatro años, entre 1620 y 1626.
Separada de su marido, se traslada a Venecia donde el éxito continuará durante tres años antes de partir a Nápoles. Allí se instala durante 20 años para trabajar al servicio de otro de sus admiradores, el virrey Fernando Enríquez Afán de Ribera, duque de Alcalá. Instala un taller con una docena de ayudantes y forma a los mejores pintores del futuro: Pacceco De Rosa, Onofrio Palumbo, Bernardo Cavallino, Spardano. Se impone en el medio artístico napolitano gracias a un encargo “El nacimiento de Juan el Bautista”, hoy en el Museo del Prado, y los tres retablos destinados a la catedral de Pozzuoli.
Cuadros bíblicos, personajes mitológicos e históricos, retratos de actrices.
Como Artemisia era muy bella los coleccionistas adquirían sus retratos en toda Europa, porque ella solía ser su propio modelo. Había muchas mujeres pintoras en la época pero estaban limitadas a pintar vírgenes y flores: la hija de Orazio imponía su cuerpo. Audaz y refinada, trabajó para todos los coleccionistas privados: los Médicis, el duque de Módena, el conde de Amabares, los D’Este, además de banqueros, príncipes europeos y toda suerte de nobles. Las figuras femeninas de sus cuadros están en su mayoría desnudas: hay músicas, pensadoras, artistas y personajes célebres: Cleopatra, Diana, Dalila, María Magdalena, Judith, la Galatea...
“Cleopatra” (1635) se impone entre sus retratos-autorretratos por su dramatismo, con su torso delicado y desnudo mientras se deja morder por una serpiente pequeña, apenas visible. La acompaña en su fuerza impactante “El suicidio de Lucrecia” (1630-1633), la expresión noble de la esposa de Lucio Tarquinio Colatino entregada al sacrificio para salvar el honor perdido. Cuerpos sensuales y delicados, eróticos, con una plástica profundamente teatral donde ella misma se incluye como personificación de su arte.
En 1639 Artemisia viaja a Londres. Vivirá allí dos años y decorará los techos de la casa de la reina en Greenwich. Su padre era considerado allí el mayor maestro de su tiempo; muere en Londres y, según dicen las fuentes, el funeral de Gentileschi fue tan suntuoso y espectacular como fueron los de Rafael y Miguel Angel.
Artemisia regresa a Nápoles aproximadamente en 1640 y allí se queda hasta su muerte, cuya fecha exacta no es precisa pero se estima que ocurrió en 1654.
En Nápoles siguen los encargos, respaldada por su amante y protector Frescobaldi, Artemisia responde a los pedidos de sus coleccionistas realizando retratos y cuadros de grandes dimensiones como los de Diana y la Galatea, o“El juicio de París”. En los últimos años de su vida Artemisia parece colaborar estrechamente con el pintor napolitano Onofrio Palumbo, según el testimonio de algunos documentos que se encuentran en los archivos en Nápoles. Antes de morir, dirá de ella misma una frase que la define: “Soy el alma de César en un cuerpo de mujer”.
Judith y su sirvienta
Se presume que sus restos se encuentran en la iglesia Sain Giovanni Fiorentini de Nápoles, sin embargo resulta difícil identificar su tumba, que desaparece en unos trabajos de restauración de la iglesia en 1785.

Judith decapitando a Holoformes
Lot y sus hijas
Cleopatra