Entonces, un viejo que
tenía una posada dijo: Háblanos del comer y del beber.
Y él respondió:
Ojalá pudierais vivir de
la fragancia de la tierra y, como planta del aire, ser alimentados por la luz.
Pero, ya que debéis
matar para comer y robar al recién nacido la leche de su madre para apagar
vuestra sed, haced de ello un acto de adoración.
Y haced que vuestra mesa
sea un altar en el que lo puro y lo inocente, el buque y la pradera sean
sacrificados a aquello que es más puro y aún inocente que el hombre.
Cuando matéis un animal,
decidle en vuestro corazón:
«El mismo poder que te
sacrifica, me sacrifica también; yo seré también destruido.
La misma ley que te
entrega en mis manos me entregará a mí en manos más poderosas.
Tu sangre y mi sangre no
son otra cosa que la savia que alimenta el árbol del cielo.»
Y, cuando mordáis una
manzana, decidle en vuestro corazón:
«Tus semillas vivirán en
mi cuerpo.
Y los botones de tu
mañana florecerán en mi corazón.
Y tu fragancia será mi
aliento.
Y gozaremos juntos a
través de todas las estaciones.»
Y, en el otoño, cuando
reunáis las uvas de vuestras vides para el lagar, decid en vuestro corazón:
«Yo soy también una vid
y mi fruto será llevado al lagar. Y, como vino nuevo será guardado en vasos
eternos.»
Y, en el invierno,
cuando sorbáis el vino, que haya en vuestro corazón un canto para cada copa.
Y que haya en ese canto
un recuerdo para los días otoñales y para la vid y para el lagar.
Khalil Gibran - El profeta
Lastima,
bandoneón,
mi corazón
tu ronca maldición maleva...
Tu lágrima de ron
me lleva
hasta el hondo bajo fondo
donde el barro se subleva.
¡Ya sé, no me digás! ¡Tenés razón!
La vida es una herida absurda,
y es todo tan fugaz
que es una curda, ¡nada más!
mi confesión.
Contame tu condena,
decime tu fracaso,
¿no ves la pena
que me ha herido?
Y hablame simplemente
de aquel amor ausente
tras un retazo del olvido.
¡Ya sé que te lastimo!
¡Ya se que te hago daño
llorando mi sermón de vino!
Pero es el viejo amor
que tiembla, bandoneón,
y busca en el licor que aturde,
la curda que al final
termine la función
corriéndole un telón al corazón.
mi corazón
tu ronca maldición maleva...
Tu lágrima de ron
me lleva
hasta el hondo bajo fondo
donde el barro se subleva.
¡Ya sé, no me digás! ¡Tenés razón!
La vida es una herida absurda,
y es todo tan fugaz
que es una curda, ¡nada más!
mi confesión.
Contame tu condena,
decime tu fracaso,
¿no ves la pena
que me ha herido?
Y hablame simplemente
de aquel amor ausente
tras un retazo del olvido.
¡Ya sé que te lastimo!
¡Ya se que te hago daño
llorando mi sermón de vino!
Pero es el viejo amor
que tiembla, bandoneón,
y busca en el licor que aturde,
la curda que al final
termine la función
corriéndole un telón al corazón.
Un poco de recuerdo y sinsabor
gotea tu rezongo lerdo.
Marea tu licor y arrea
la tropilla de la zurda
al volcar la última curda.
Cerráme el ventanal
que arrastra el sol
su lento caracol de sueño,
¿no ves que vengo de un país
que está de olvido, siempre gris,
tras el alcohol?...
La
última curda – C. Castillo
Rara..
como encendida
te hallé bebiendo
linda y fatal...
como encendida
te hallé bebiendo
linda y fatal...
Bebías,
y en el fragor del champán,
loca, reías por no llorar...
Pena
me dio encontrarte
pues al mirarte
yo ví brillar
tus ojos,
con un eléctrico ardor,
tus bellos ojos que tanto adoré...
Los
mareados – E. Cadicamo
Yo era un hombre bien, tenía
perro y mujer
y un día descubrí la botella
de escocés.
Tomé demasiado, tomé
demasiado, oh yeah.
Ahora sin parar voy por el
callejón,
pateando botellas vacías de
amor.
Tomé demasiado, tomé
demasiado, oh yeah.
Whisky, whisky, y rock and roll.
Yo era un hombre bien, tenía
perro y mujer
y un día descubrí la botella
de escocés.
Tomé demasiado, tomé
demasiado, oh yeah.
Mmmm, creo que tomé un poco
de más…
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